El poder nos quiere estúpidos. Y lo persigue por muchos medios. Por ejemplo, corrompiendo el lenguaje: es que la ortografía y, sobre todo, la gramática, constituyen una lógica, y la coordinación de las ideas solo puede alcanzarse por medio de una sintaxis gramatical rigurosa.
Las personas, estén o no integradas al sistema de educación formal, toman clases extracurriculares en la TV, la prensa y los afiches y carteles callejeros. Se trata de una educación ambiental, difusa, pero muchas veces no espontánea ni exenta de intencionalidad.
Para enfocar en un punto, el peatón que vaya atento a las leyendas en las marquesinas o las vidrieras de los negocios, se encontrará con una “Peluqueria”, luego una “Fabrica de plasticos”, y seguidamente negocios de “Panaderia y confiteria”, “Articulos electronicos”, etc. O carteles que anuncian con mucho desenfado “Enseñanza de ingles”.
Por eso muchos despistados sostienen que los acentos ortográficos (tildes) han sido eliminados del idioma, como me dijo —esto es un poco más grave— el secretario de redacción de una revista, muy convencido.
En castellano, cualquiera que conozca el sonido de las letras y de sus combinaciones, y las normas de acentuación, puede pronunciar correctamente una palabra si la ve escrita, cosa que no sucede, por ejemplo, en el inglés.
Por eso sería una grave pérdida, no solo para el castellano, sino principalmente para sus hablantes, que se destruyera la relación biunívoca entre el idioma escrito y su expresión oral.
Pero, a no asustarse: en este blog los temas teórico-técnicos se tocarán solo incidentalmente, y en mayor medida nos dedicaremos a mostrar ejemplos rampantes de la degradación de los mensajes con que se nos bombardea de continuo.

domingo, 25 de marzo de 2012

Lucas Llach, o cómo aprendí a amar la bomba

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En un tweet de ayer, Lucas Llach, columnista de "La Nación", cuenta que está viendo en la TV un documental sobre ensayos atómicos en 1946. En el siguiente tweet se pregunta: "No daba tirarle la bombucha al genocida stalin en el 46, no?" [sic original]. Se refiere a la bomba atómica: tirarla sobre Moscú. En realidad, sabemos que eso habría desatado una guerra; que la URSS se defendería y habría que tirar muchas bombas más. Entonces, de lo que trata la propuesta —rencorosamente contrafáctica— es de borrar a la URSS del mapa: liquidar el comunismo y a los comunistas a pura atómica.
Pues bien, curiosamente, este Dr. Strangelove criollo le llama “genocida” a Stalin.
Lucas Llach tiene 9.330 seguidores en Twitter; el destinatario del tweet, 565. Casi diez mil ¿personas?. Han pasado 24 horas desde entonces: ninguna reaccionó.
Hace muchas décadas que estamos dejando avanzar la irracionalidad. Tenemos el cerebro roto, ¿cabría asombrarnos de que nos rompan también otras cosas?
Ojo, no nos hagamos los otarios: nos lo merecemos.
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