El poder nos quiere estúpidos. Y lo persigue por muchos medios. Por ejemplo, corrompiendo el lenguaje: es que la ortografía y, sobre todo, la gramática, constituyen una lógica, y la coordinación de las ideas solo puede alcanzarse por medio de una sintaxis gramatical rigurosa.
Las personas, estén o no integradas al sistema de educación formal, toman clases extracurriculares en la TV, la prensa y los afiches y carteles callejeros. Se trata de una educación ambiental, difusa, pero muchas veces no espontánea ni exenta de intencionalidad.
Para enfocar en un punto, el peatón que vaya atento a las leyendas en las marquesinas o las vidrieras de los negocios, se encontrará con una “Peluqueria”, luego una “Fabrica de plasticos”, y seguidamente negocios de “Panaderia y confiteria”, “Articulos electronicos”, etc. O carteles que anuncian con mucho desenfado “Enseñanza de ingles”.
Por eso muchos despistados sostienen que los acentos ortográficos (tildes) han sido eliminados del idioma, como me dijo —esto es un poco más grave— el secretario de redacción de una revista, muy convencido.
En castellano, cualquiera que conozca el sonido de las letras y de sus combinaciones, y las normas de acentuación, puede pronunciar correctamente una palabra si la ve escrita, cosa que no sucede, por ejemplo, en el inglés.
Por eso sería una grave pérdida, no solo para el castellano, sino principalmente para sus hablantes, que se destruyera la relación biunívoca entre el idioma escrito y su expresión oral.
Pero, a no asustarse: en este blog los temas teórico-técnicos se tocarán solo incidentalmente, y en mayor medida nos dedicaremos a mostrar ejemplos rampantes de la degradación de los mensajes con que se nos bombardea de continuo.

domingo, 13 de noviembre de 2011

Veredas de Retiro y Once

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Las molestias y riesgos que ocasionan los puestos que ocupan gran parte de las veredas en las zonas de máxima circulación peatonal NO DEBEN CONTINUAR.
 
En Retiro no hay día en que un transeúnte no resulte atropellado; en Once a los puestos se suman los comercios que avanzan sobre las veredas y, además, las colas en las paradas de los colectivos. Quien quiere caminar, debe hacerlo forzosamente por la calzada.
 
Si algo tan obvio, tan elemental, y en lo cual pienso que coincidimos la mayoría (restando a los apropiadores del espacio público) no lo podemos resolver los porteños (el gobierno Y LOS CIUDADANOS), ¿cómo vamos a actuar sobre problemas menos visibles y que involucran a intereses más poderosos?
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