El poder nos quiere estúpidos. Y lo persigue por muchos medios. Por ejemplo, corrompiendo el lenguaje: es que la ortografía y, sobre todo, la gramática, constituyen una lógica, y la coordinación de las ideas solo puede alcanzarse por medio de una sintaxis gramatical rigurosa.
Las personas, estén o no integradas al sistema de educación formal, toman clases extracurriculares en la TV, la prensa y los afiches y carteles callejeros. Se trata de una educación ambiental, difusa, pero muchas veces no espontánea ni exenta de intencionalidad.
Para enfocar en un punto, el peatón que vaya atento a las leyendas en las marquesinas o las vidrieras de los negocios, se encontrará con una “Peluqueria”, luego una “Fabrica de plasticos”, y seguidamente negocios de “Panaderia y confiteria”, “Articulos electronicos”, etc. O carteles que anuncian con mucho desenfado “Enseñanza de ingles”.
Por eso muchos despistados sostienen que los acentos ortográficos (tildes) han sido eliminados del idioma, como me dijo —esto es un poco más grave— el secretario de redacción de una revista, muy convencido.
En castellano, cualquiera que conozca el sonido de las letras y de sus combinaciones, y las normas de acentuación, puede pronunciar correctamente una palabra si la ve escrita, cosa que no sucede, por ejemplo, en el inglés.
Por eso sería una grave pérdida, no solo para el castellano, sino principalmente para sus hablantes, que se destruyera la relación biunívoca entre el idioma escrito y su expresión oral.
Pero, a no asustarse: en este blog los temas teórico-técnicos se tocarán solo incidentalmente, y en mayor medida nos dedicaremos a mostrar ejemplos rampantes de la degradación de los mensajes con que se nos bombardea de continuo.

sábado, 29 de octubre de 2011

¿Juicio a las transnacionales?


Yo rechazo no solo la ética, sino la eficacia de juzgar a otros si no somos capaces de juzgarnos a nosotros mismos.
Poner en el banquillo a las transnacionales como si hubieran sido introducidas en nuestro suelo por ejércitos invasores triunfantes es una hipocresía. Que venimos pagando muy caro.
Decir que se aspira a un proceso que “quiere ser un acto contra-colonial que contribuya a abrir brechas de emancipación futura” puede sonar bonito, pero es falso, porque no somos una colonia: uno de los gobiernos más entregadores de nuestra historia ha sido respaldado por casi el 54% de ciudadanos bien argentos.
Ciertas palabras no hay que usarlas por su sonoridad, sino porque ayuden a comprender la realidad y, por lo tanto, nos pongan en situación de modificarla.
El problema no es que nuestro pueblo esté sometido por una potencia extranjera, sino, como decía “Ambiente y Sociedad” ayer, que las fuentes de vida estén siendo devastadas “por el deseo egoísta de unos pocos, de poseer mucho mas de lo que necesitan y que encima, los demás, la gran mayoría, se lo permitan”.
Tenemos gobiernos patronales, corruptos y mentirosos: esa es la causa, y múltiples son los efectos, entre ellos, que los grandes pulpos, transnacionales o no, nos saqueen y nos envenenen. Y que la brecha entre ricos y pobres —que se desloman— sea casi de treinta veces entre los deciles de más altos y más bajos ingresos.
¿Vamos a hablar de las causas? ¿O no hay entre nosotros nadie que se anime?
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