El poder nos quiere estúpidos. Y lo persigue por muchos medios. Por ejemplo, corrompiendo el lenguaje: es que la ortografía y, sobre todo, la gramática, constituyen una lógica, y la coordinación de las ideas solo puede alcanzarse por medio de una sintaxis gramatical rigurosa.
Las personas, estén o no integradas al sistema de educación formal, toman clases extracurriculares en la TV, la prensa y los afiches y carteles callejeros. Se trata de una educación ambiental, difusa, pero muchas veces no espontánea ni exenta de intencionalidad.
Para enfocar en un punto, el peatón que vaya atento a las leyendas en las marquesinas o las vidrieras de los negocios, se encontrará con una “Peluqueria”, luego una “Fabrica de plasticos”, y seguidamente negocios de “Panaderia y confiteria”, “Articulos electronicos”, etc. O carteles que anuncian con mucho desenfado “Enseñanza de ingles”.
Por eso muchos despistados sostienen que los acentos ortográficos (tildes) han sido eliminados del idioma, como me dijo —esto es un poco más grave— el secretario de redacción de una revista, muy convencido.
En castellano, cualquiera que conozca el sonido de las letras y de sus combinaciones, y las normas de acentuación, puede pronunciar correctamente una palabra si la ve escrita, cosa que no sucede, por ejemplo, en el inglés.
Por eso sería una grave pérdida, no solo para el castellano, sino principalmente para sus hablantes, que se destruyera la relación biunívoca entre el idioma escrito y su expresión oral.
Pero, a no asustarse: en este blog los temas teórico-técnicos se tocarán solo incidentalmente, y en mayor medida nos dedicaremos a mostrar ejemplos rampantes de la degradación de los mensajes con que se nos bombardea de continuo.

lunes, 24 de octubre de 2011

La tenemos adentro



El peronismo no puede con su genio, y muestra la hilacha aun en circunstancias en que lo indicado sería conducirse con altura.

Ayer a la tarde, sobre el cierre del acto electoral, el canal de noticias CN23, del  empresario oficialista Sergio Szpolski, puso brevemente en pantalla un zócalo que resumía el resultado del comicio y concluía con la frase “LA TIENEN ADENTRO”, en caracteres destacados.

Como sabemos, la expresión fue incorporada a la “cultura popular” por quien ahora se arrastra en Dubai, en ocasión de la clasificación del seleccionado de la AFA para el mundial de Sudáfrica. Tiene, por lo tanto, el sello de su autor: primitivismo, intolerancia, agresividad, necedad y barbarie.

Obviamente, los atributos ideales para que los de su mismo palo político la porten con jactancia. Pero, ¿qué están diciendo los que la usan? ¿Cuál es el sustrato ideológico que la ampara?

Veamos: “tenerla adentro” (siempre en el marco de referencia sexual, que es donde opera) no es nada malo, ¡todo lo contrario!, si uno o una es gustoso o gustosa. Y si no es del gusto de uno, entonces se trata de una violación.

Por ende, los que la usan como sinónimo de derrota y sinsabor del rival —por ejemplo, el arrastrado y los triunfantes ayer— se visualizan a sí mismos como violadores.

Y por ahí anda la cosa.

La misma onda sintonizó el secretario de Comercio en los festejos de Plaza de Mayo, dirigiendo los cánticos de sus seguidores: "Siga, siga, siga el baile, al compás del tamboril, que esta noche nos cogemos, a los putos de Clarín". Y también "Olé olé, olé olá, Magnetto puto, vas a chupar, esta poronga nacional y popular". Mientras tanto la gente lo saludaba y se sacaba fotos con él. La gente que fue a festejar a la Plaza, se entiende.

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